“El gran ausente” es una novela que cumple con ese precepto literario “pinta a tu pueblo y pintarás al mundo”. Aparece en sus páginas una Mendoza que ya no existe, que inunda de nostalgia a los lectores que fueron niños en esos años idos.
Acaso alguna vez se cruzaron con los personajes de Andrés en esas fiestas o desfiles a las que concurrían muchas escuelas. O en una obligada misa. Emocionan las mujeres de esas familias de barrio, tan parecidas a otras. Jóvenes encerradas en prisiones moralistas, con la virginidad como timón de sus vidas.
Las noticias de los “boletines” radiales, tan bien dispuestas que narran otra historia dentro de la historia. El surgimiento de los barrios sociales en una frase nada más, uno de los habitantes del mundo creado por Andrés que se cambia a una casa en “El Infiernillo”, antigua denominación de Dorrego, inquietante nombre que ya nadie dice.
Un libro netamente mendocino y a la par universal. Escrito con singular maestría; atractivo, entretenido. Lleno de historia y vidas.