El paso del tiempo, la ausencia, el cine independiente y el cine industrial, fueron algunos de los temas que se abordaron.
En el marco del ciclo “Encuentro con los directores”, organizado por el BAFICI, Edgardo Cozarinsky , señalado por muchos como el «padre» del Nuevo Cine Argentino, realizó un repaso de su obra, que engloba la literatura y el cine como parte esencial del proceso artístico. Jaime Correas, sesudo conocedor de su obra literaria y Laura Valdivieso con una perspectiva dirigida hacia lo fílmico, fueron sus interlocutores, en una mesa que no dejó ningún tema sin tocar.
Al comenzar la charla, Cozarinsky quiso dejar de lado su mote de «influencia» constante del actual Cine Argentino. «Es demasiado honor decir que tengo una influencia sobre el nuevo Cine Argentino. Ocurrió algo muy puntual, hará diez años cuando el Bafici estaba dirigido por Andrés que Di Tella, tuvo la idea de pasar unas películas mías, que iban en un sentido de mezclar la ficción con el documental, y dio la casualidad que había algunos jóvenes que estaban haciendo búsquedas en ese sentido. Pero el florecimiento del cine argentino no tiene nada que ver conmigo».
Sobre el proceso creativo en su literatura, el escritor de los «márgenes», el Cozarinsky que juega constantemente con la composición del tiempo, asegura que: «Voy oyendo una especie de temblor subterráneo, un zumbido que me va diciendo hacia donde tengo que enfocar, que tengo que desarrollar». Para el autor, todo es dialogo, hacia el afuera y hacia el adentro. «Hay que estar atento a lo que la vida nos propone, no tratar de imponerle a la realidad lo que uno tiene en la cabeza, estar en actitud de dialogo, escuchar lo que viene de afuera».
Otro de los tópicos que envolvió la sala fue la diferencia entre cine independiente y cine industrial, ante esto el autor fue claro: «Yo he desarrollado una tendencia a aburrirme con el producto industrial, yo puedo decir que una película está muy bien hecha, pero como espectador, el tiempo que me queda lo quiero para obras que me desafíen. Por eso me interesa la gente que está haciendo cosas fuera de lo común, como: Luis Ortega, Lucrecia Mantel, y tantos otros más».
Por último, el director disparó dos frases que deberían encabezar cualquier ‘Manual para conocer a Cozarinsky’ : «Hacemos este tipo de cine, porque tenemos una especie de obstinación en hacer algo que de alguna manera vaya más allá». «No hay método, cada uno tiene que encontrar la manera de hacer lo que quiere, lo que puede, y darle un sentido a lo que hace»
«El rasguño de la muerte»
«En el 99 creí que iba a morir, estuve tres semanas internado con altas dosis de medicamentos. En ese estado, pedí cuaderno, lápiz, y escribí los dos primeros cuentos de ‘La Novia de Odessa’. Tras ese rasguño de la posibilidad de la muerte, me dije: ‘no tengo que perder más tiempo con pavadas, tengo que hacer lo que realmente me interesa».
Y, definitivamente, Cozarinsky dejó de perder el tiempo en «pavadas», ya que a partir de ese momento escribió: “El rufián moldavo” (2004); “Maniobras nocturnas” y “Lejos de dónde” (2009); el cuento “La novia de Odessa” (2002); los ensayos “El pase del testigo” y “Blues”, y “Vudú urbano”. En cuanto al cine, su obra estuvo enfocada en tres creaciones: “Apuntes para una biografía imaginaria”, “Ronda nocturna” y «Nocturno», estas dos últimas fueron presentadas en el BAFICI MZA.
Sobre el autor
Nació en Buenos Aires en 1939, vivió más de 30 años en París y hoy pasa la mayor parte del tiempo en su ciudad natal. Cozarinsky se destaca como escritor y como cineasta, entre cuyas películas más celebradas están: “La guerra de un solo hombre” (1982), “Bulevar del crepúsculo” (1992), “El violín de Rothschild” (1996), “Ronda nocturna” (2005) y “Apuntes para una biografía imaginaria” (2010).