Nieto de un soldado garibaldino e hijo de la brasileña Sara Fisígaro, que a su vez era hija de sicilianos emigrados al Brasil, Antonio Di Benedetto nació en Mendoza el 2 de noviembre de 1922. Los recuerdos de su infancia están anclados principalmente en Bermejo donde vivió con sus padres y su hermana Carmen, que nació seis años después, en la casa donde también funcionó la botica de su padre, José Di Benedetto. A poca distancia, en Corralitos, quedaba la casa de sus abuelos paternos, recordada muchos años más tarde como un lugar de infancia feliz y de “mucha noche” porque allí no llegaba la electricidad.
Inició sus estudios primarios en la escuela Alejandro Mathus pero luego la familia se mudaría al centro de Mendoza y Antonio fue matriculado en la escuela Tiburcio Benegas. El año 1933 dejará una profunda impronta en el devenir del futuro escritor y periodista: su padre muere en circunstancias no del todo esclarecidas; la revista Sendas, dirigida por Américo Cali, publica su cuento “Soliloquio de un príncipe niño”; y el joven Di Benedetto viaja, en compañía de su tío, a Buenos Aires, donde conocerá, gracias al azar, la imprenta de un periódico, prefigurando así los dos caminos que recorrerá en el futuro. La década de los años treinta es entonces seminal para la consolidación del carácter del escritor. A finales de 1940 se graduó como bachiller en el Colegio Nacional Agustín Álvarez y para ese año ya había empezado a colaborar en el diario La palabra y en La semana.
Ingresó a la Universidad Nacional de Córdoba para estudiar derecho en 1941, pero no iba a terminar los estudios. Ya el mundo del periodismo lo llamaba y también sus obligaciones familiares, pues su madre y su hermana lo necesitaban en Mendoza. Ese mismo año empezó sus labores como reportero profesional en el diario La Libertad para el que cubrió el impactante terremoto de San Juan, mientras colaboraba en publicaciones como La Nación y la revista Mundo Argentino. Sigue un periodo en el que no hay grandes cambios en la vida del escritor hasta 1945 cuando ingresa al diario Los Andes, donde trabajará hasta su detención. Este periodo de la segunda mitad de la década de los cuarenta se puede leer como un periodo de gestación y maduración de su literatura, ya que a partir de 1953 se suceden las publicaciones: Mundo Animal (1953) por la Editorial D’Accurzio; El Pentágono (1955) y Zama (1956) por Ediciones Doble P; Declinación y Ángel (1958) por la Biblioteca San Martín; El cariño de los tontos (1961) por Goyanarte; El silenciero (1964) por Troque; Two stories (1965) por Voces; Los suicidas (1969) por Sudamericana; la antología El juicio de Dios (1975) por Editorial Orión; Absurdos (1978) publicada en Barcelona por Pomaire; Cuentos del exilio (1983) por Bruguera y Sombras, nada más… (1985)por Alianza.
Fue un viajero incansable. Seguir la totalidad de sus pasos por el mundo abarcaría demasiado. Visitó Francia en 1960 gracias a una beca de periodismo otorgada por el gobierno de ese país y que aprovechó para viajar también a Italia y a Inglaterra. En 1963 concurrió a los Festivales Internacionales de Cine de Berlín y de San Sebastián y recorrió otros países; en 1965estuvo dos meses en los Estados Unidos y después, en países de América Central y del Sur. Realizó viajes por Medio Oriente, Europa y América del Sur entre 1967 y 1970. Un viaje lleno de significados es el que hizo con su madre a sus raíces y a las de su personaje, Diego de Zama. Corre el año de 1967 y visitan São Paulo y después de recorrer algunas regiones del Brasil pasan a Paraguay, territorio a la vez cercano y desconocido para el autor. En 1971 visitó Alemania Occidental invitado por el gobierno de ese país, luego recorrió España, Italia, Suiza, Bélgica, Francia, Berlín Oriental y Marruecos; ese mismo año viaja invitado a Sudáfrica y descubre África. En el 73 recorrió Alemania Occidental, Italia, Suiza, Suecia, Bélgica y Holanda. Durante el exilio, continuarían sus periplos a partir de entonces signados por la nostalgia. Su curiosidad lo hizo aprovechar al máximo cada viaje: una estancia en Francia se convertía en un viaje por Europa occidental; fue a Cali, Colombia, en 1973, al Congreso de Literatura: Narrativa Hispanoamericana, y acabó trazando un itinerario que lo llevó a Haití, República Dominicana, Barbados, Martinica, Venezuela, Ecuador y Perú. Estos incontables viajes no sólo están relacionados a sus labores de periodista. Estuvo estrechamente ligado al cine y a la producción cultural mendocina. Fue director de los espectáculos de Cine Artístico en 1954, y participó en la organización de la filial Mendoza de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en el mismo año.
Muchos de sus relatos son considerados extraordinarios por la crítica y son ampliamente conocidos: Caballo en el salitral, Aballay, Los reyunos, El cariño de los tontos, etc., pero es Zama la obra que ha sido más reconocida, más traducida y, por ende, más leída desde el momento de su publicación. 2017 es el año del estreno de su esperada adaptación cinematográfica a cargo de la directora Lucrecia Martel. Pero la originalidad de la obra de Antonio Di Benedetto fue entendida desde el momento en que empezó a ser publicada. Ya en la década de los cincuenta, su más prolífico periodo, recibe, por ejemplo, el premio Juan Carlos D’Accurzio por Grot (1957), reeditado posteriormente como Cuentos claros. En 1969 recibió de parte del gobierno italiano el título de Caballero de la Orden del Mérito por su labor tanto literaria como periodística. En 1968, la UNESCO y el gobierno de De Gaulle le entregaron un documento de reconocimiento por su labor periodística en relación a la educación y a la cultura. La Alliance Française le otorgó la medalla de oro en 1971 por su desempeño en tanto escritor, periodista y humanista; ese mismo año fue invitado por el gobierno de Alemania a recorrer el país (cabe recordar que Zama fue traducida al alemán en 1967). En 1973 fue designado miembro fundador del Club de los XII (a partir de él de los XIII). En 1974 obtuvo la beca Guggenheim, por su prosa de ficción. Luego de su regreso del exilio, recibió el premio de honor entregado por la Sociedad Argentina de Escritores (SADE); el doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional de Cuyo y el nombramiento como miembro de la Academia Argentina de Letras.
El 24 de marzo de 1976 fue detenido por la dictadura militar en las instalaciones de Los Andes. Siendo una víctima más, después de ser torturado y humillado, casi dieciocho meses después, el 3 de septiembre de 1977 recuperó la libertad. Sin llegar a conocer las acusaciones que justificaron su detención tuvo que salir exiliado a Europa. Dejó en Mendoza a su esposa, Luz, a su hija, Luz, a su hermana, Carmen y a su sobrino, Daniel, una pequeña familia a la que amó profundamente. Residió principalmente en España y desde allí continuó trabajando, escribiendo, ofreciendo conferencias en universidades y viviendo modestamente hasta 1984, año de su regreso a Argentina. Aquí recibió homenajes y reconocimientos, fue elegido miembro de la Academia Argentina de Letras y fue nombrado asesor de la Secretaría de Cultura de la Nación. Dos años después se publicó Sombras, nada más…, su última obra, y fallecía el 10 de octubre de 1986 por un accidente cerebrovascular.
La reedición de su obra en el presente siglo por la editorial Adriana Hidalgo; la adaptación cinematográfica de Zama, película dirigida por la talentosa Lucrecia Martel, indicada a competir por el Oscar a la mejor película extranjera; las nuevas tesis doctorales sobre su obra; las reseñas en revistas y periódicos; los homenajes póstumos, entre los que se destacan los realizados en Buenos Aires y Mendoza en 2016 con la participación de importantes críticos y escritores; la publicación de una selección de sus cuentos a cargo de la DGE de Mendoza para distribución, por primera vez, en las escuelas mendocinas para que los alumnos puedan ser iniciados como lectores de la obra del mayor escritor de la provincia; la recuperación de su obra periodística y la publicación de Escritos periodísticos, a cargo de Liliana Reales; la construcción en curso del Fondo Digital Antonio Di Benedetto a cargo de Mauro Caponi y Liliana Reales, investigadores del Núcleo Juan Carlos Onetti de estudios literarios latinoamericanos de la Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil, y la infatigable labor crítica de Jimena Néspolo, Julio Premat, Graciela Maturo, Fabiana Varela, Marta Castellino y tantos otros investigadores de renombre nacional e internacional, como es el caso del premio Nobel de Literatura, John Coetze, que recientemente le dedicó un largo ensayo incluido en el libro Homenaje a Antonio Di Benedetto, publicado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, dan testimonio y evidencian la vigencia de una obra original y de difícil clasificación que sigue buscando lectores y lecturas.
Antonio Di Benedetto, escritor y periodista mendocino, amante del cine, de la noche y del silencio, legó una literatura desafiante y vanguardista, fue un periodista ético y determinado, fue también una víctima más de la dictadura y fue espejo de sus personajes al representar en el imaginario de sus lectores a una víctima de la espera.
Fuente: Núcleo Onetti de estudios literarios latinoamericanos, Universidad Federal de Santa Catarina, Brasil