Esta sección termina en su parte sur en los terrenos del Parque Central. Un lugar con muchas historias, que ahora tiene un fuerte impulso inmobiliario. Pasado ferroviario.
Zona de residencias unifamiliares de gran arraigo y también, un poco más modernamente, de edificios de departamentos en propiedad horizontal, la Cuarta Sección Oeste encariña a los vecinos que viven por allí, que la definen como un lugar que no cambiarían por nada del mundo.
Al transitar las calles, entrar a los negocios o recorrer sus puntos emblemáticos, se perciben las fortalezas de este sector capitalino, comprendido, a grandes rasgos, por la avenida San Martín, la calle Perú, General Mosconi (en el límite con Las Heras) y Juan Agustín Maza, en las cercanías del moderno Parque Central.
Raúl Flores está contento de fijar su hogar en esta jurisdicción, que aprendió a conocer por su suegro, Ruperto Galaburri (82), “Maluca”, histórico cantinero del Club Vélez Sársfield, de la calle Mitre 2866, donde trabajó por 25 años.
Esta entidad, hoy presidida por Oscar Pressacco, es uno de los hitos de la barriada. Fundado en 1944, es garantía de reuniones, cita de jubilados y práctica de ajedrez, juego de cartas y gimnasia aeróbica en telas. Sólo se añoran las canchas de bochas.
Al lado del Vélez, se ubica la poco conocida pero meritoria Asociación Colombófila Alas Benjamín Matienzo, dedicada a la competencias de palomas mensajeras desde hace 65 años. Con 25 o 30 cultores, el grupo participó en 2008 de una carrera mundial de aves, que se realizó en Francia, y lo hace en justas provinciales y nacionales.
Así como la Cuarta Este tiene rincones típicos para comer, en la Oeste, hay uno muy singular, tipo bodegón, que otrora, cuando funcionaba a pleno la planta de Villavicencio, era el lugar donde comían los camioneros. Se llama Don Coco (Doctor Moreno 916) y lo fundó José María Tissera, y hoy lo atienden sus hijos y esposa, al mediodía y a la noche.
Otro punto significativo es el almacén Fiorentina, que abrió en los ’60 José Borrello y que hasta hace dos meses dirigía su hijo, Antonio (56), quien lo vendió a la familia de Graciela Cosma. “Cuando lo puso papá eran pocos los negocios en las inmediaciones y se acostumbraba a pagar por mes, libreta de por medio”.
Una opinión juvenil la proporciona Pablo (27, visitador médico). Pese a que ya no vive por la Cuarta, recuerda su infancia, en especial cuando jugaban en “La Olla”, una plazoleta sobre calle Fidel de Lucía con piso de baldosas y paredes de ladrillo. Por la inseguridad el lugar fue desarmado. Por el lugar supo vivir el ex gobernador de Mendoza Rodolfo Gabrielli.
Sobre Videla Correa, se encuentra la Dirección de Servicios Públicos de la Municipalidad de Capital, con una antigüedad en el sitio de unos 80 años. El predio está a la venta por remate y la intención de la actual administración es llevar esas instalaciones al oeste de la Capital.
Juan Carlos Gatica (64, metalúrgico) residió siempre en calle Estrada al 500. “Para mí es el territorio más tranquilo de la ciudad”, define categórico. Pero Gatica remite a su amigo Santiago Cimino (71), para saber más del barrio. Es verdad, este último registró en un libro que todavía no puede editar en papel, más de medio siglo de historia de las calles, las personas, las instituciones.
“Las vías del ferrocarril, el zanjón de los Ciruelos y la calle Damián Hudson, hacen un triángulo imaginario. Allí me crié yo. Mucho antes de mi nacimiento, surgió un barrio muy humilde, que se llamó Villa Elvira. Este es primer núcleo habitacional que se forma en el área que conocemos como Cuarta Oeste, y puedo decirle que era ‘un barrio de tango’, con sus callejones y las ilusiones de los muchachos y las chicas”.
Todo lo demás eran fincas, viñas. El único acceso era la calle Moreno.
José Félix Suárez (64, periodista) también residió de chico en este rincón capitalino. Recordó que en la esquina de Félix Bogado y Chile, donde estaba el club Videla Correa, se practicaba el tenis de mesa. “Los chicos admirábamos a Carlos Palomo, uno de los jugadores más recordados en el historial de ese deporte”.
Los adolescentes consultados contaron que se educaron en la primaria Beatriz Falcitelli; otros concurrieron a Nuestra Señora de Pompeya, y no faltan quienes eligieron la Hipólito Yrigoyen, cerca de la plaza del mismo nombre. Quienes profesan la confesión católica, destacan a la iglesia Señor del Milagro y Virgen Niña (Soler y España), donde fue popular el padre Domingo Castellaro.
Oscar Guillén, periodista de este diario y vecino, recuerda algunos vecinos “famosos” de la Cuarta: “Cuando era chico solía ver al gran Nicolino Locche que pasaba a buscar a una chica de “raro peinado” que vivía en Damián Hudson al 600. Se bajaba de un Torino naranja y a pesar de que era bajito, el tipo impresionaba. Creo que todos los campeones de boxeo que entrenó Don Paco Bermúdez pasaron por el gimnasio Mocoroa de 9 de Julio y Estrada.
“Por esa época, yo jugaba a la pelota en la plaza Yrigoyen con Raúl “Mudo” Castellino que en los ochenta jugó de armador y 9 en Gutiérrez, Gimnasia e Independiente. A esa plaza iba a tocar Sergio Embrioni (de grupo Alcohol Etílico). Para mí los mejores guitarristas de rock mendocino son de la Cuarta: Sergito y Felipe Staiti de Los Enanitos Verdes. Además Vicky Di Raimondo, la cantante de Altertango, es una voz “ilustre” de mi barrio”, afirma el cronista.