Hubo el domingo un contundente e inobjetable ganador que, además, acaba de demostrar que no es un testigo zonzo ni fácil de arrear: el vecino de la Capital. No sólo acaba de evidenciar que chequea bien sus opciones cuando se las exponen sin confusiones o disimulos sino que fue capaz de consagrar con toda claridad a quienes consideró su mejor opción para resolverle problemas urgentes.
Desde estas páginas hemos sostenido la conveniencia de separar las elecciones municipales de las provinciales y nacionales, para evitar las habituales confusiones, arrastres o camuflajes a los que suele apelar cierta política para enrarecer algunas miserias, ocultas en sus tiempos o en sus pliegues.
Con ese principio nos hemos sumado al debate necesario para replantear los mecanismos electorales, propuestas distritales, mecanismos de representación y facultades, derechos y responsabilidades de cada jurisdicción.
Esclarecer, digamos, hacer simple, explícitas y lo más cercanas posibles tanto las ideas, como los métodos y, por supuesto, los verdaderos protagonistas que optan por la imprescindible vocación de bregar por los intereses públicos, que son los únicos que justifican esta encomiable comunidad entre vecinos y dirigentes políticos.
Con la respuesta del domingo pasado, el vecino de la Capital dio un contundente, selecto y muy bien discernido mensaje a quienes aspiren a la vida comunitaria: cuanto más abierto y cercano al elector, mejor. Cuanto menos torrentosa y difusa la propuesta -o el personaje- más cerca estará del vecino.
Aun cuando no se decidieron a votar todos los que podrían haberlo hecho -tal vez escaldados por alguna desnudez de la política- los que fueron a votar el domingo no sólo mostraron que cuando se les ofrecen las condiciones, eligen, disciernen y no se dejan sorprender. Dijeron también que son capaces de desnudar hipocresías ocultas en el juego de la política con una claridad meridiana.
Mostraron además que sabían muy bien quién es quién y quiénes jugaban seriamente al consenso, a la verdadera alianza constructiva: supieron castigar con su evidencia a quienes, en lugar de unir, sumando esfuerzos en propuestas afines -aun perteneciendo a agrupaciones diferentes- prefirieron jugar en un soberbio e indisimulable mensaje de egoísmos, vedetismos marketineros o mezquindades que los capitalinos castigaron sin mayores disimulos.
Por eso, el mensaje del domingo es casi un orgullo mendocino para mostrarlo como cultura ciudadana, realmente interesada en su vida en sociedad.
Fue contundente que a los vecinos los movilizaron masivamente las necesidades de reformas locales y la proximidad con quienes se expusieron a la consulta y un mensaje terminante a quienes suponían que el vecino podía ser presa fácil del canto de las sirenas, oculto tras edulcoradas propuestas, maniobradas -en algunos casos costosamente- por intereses externos a su Ciudad, fueran esos disimulos provinciales o nacionales.
Es evidente que hubo una respuesta electoral del vecino, directamente proporcional a la proximidad de mensajes, propuestas o protagonistas: más lejano el protagonista, más dudosa su verdadera intención; más sospechosos los verdaderos líderes del intento, más lejos de las urnas.
El propio presidente de la Suprema Corte, Alejandro Pérez Hualde, sugirió tomar como ejemplo la actitud vecinal -pese a la menor afluencia al cuarto oscuro- e insistir hasta que el ciudadano lo incorpore como una práctica democrática, que aprenda que no sólo se debe votar por un sentido democrático sino que también se debe votar por un sentido republicano. O sea, revalorizar la división de poderes y de jurisdicciones del Estado.
No tenemos dudas, no sólo de que la lección del domingo ayuda a contribuir a la mejor política participativa sino que ha sido un mensaje contundente del vecino para que queden claras sus demandas de sinceridad y entrega responsable, en quienes eligen la fantástica misión de trabajar por la causa pública.