En el recorrido cotidiano por las calles de la ciudad, los árboles pasan a ser un elemento más de un entorno al que no se le presta demasiada atención. Pero en el jardín de una vivienda antigua o en un espacio verde, algún ejemplar añoso o extraño invita a observarlo especialmente.
Unos pocos, incluso, tienen historias que pocos conocen y que sirven para homenajear, en el Día del Árbol, a esa parte del paisaje mendocino que hace que las áreas urbanas de Mendoza sean más habitables.
A principios de los ’90, vecinos y alumnos de escuelas de la zona plantaron dos sauces criollos en la intersección de 25 de Mayo y Coronel Díaz, la calle que divide los departamentos de Las Heras y Capital. Los forestales se encuentran al margen del canal Zapallar, que fue la acequia huarpe Tabalqué y donde funcionaron los primeros molinos de la provincia.
También estaba aquí el batán -una especie de molino hidráulico con elementos de madera que golpeaban la ropa para limpiarla o darle cuerpo- en donde se prepararon los uniformes del Ejército de los Andes para el cruce de la cordillera.
Los dos árboles fueron implantados, explica Osvaldo Mandarino, vecino de la Cuarta Sección y defensor del arbolado, con el padrinazgo del historiador Juan Draghi Lucero, porque en la época colonial y hasta principios del siglo XIX se ubicaba en las cercanías el Sauce de La Cañada (nombre de la calle que hoy se denomina Ituzaingó).
En este punto, el agua había formado un socavón y los viajeros se detenían a asearse y refrescarse antes de entrar a la Ciudad.
Mandarino cuenta que cuando organizaron el acto para plantar los dos sauces criollos en el lugar del histórico, Draghi Lucero le comentó que junto con el profesor Edmundo Correas, el meteorólogo Bernardo Razquin y el historiador Carlos Salvador Laría, implantaron las dos araucarias que se observan en el predio de las Ruinas de San Francisco.
En realidad habrían sido cuatro pero sólo sobrevivieron dos y la idea era revivir la presencia de un antiguo árbol que se encontraba en el terreno de la Iglesia de San Francisco. Junto con el renombrado pino de Verdaguer, se observaba a la distancia desde el ingreso a la ciudad y se presume que podría haber sido una araucaria.
Si bien en un texto sobre la historia de las ruinas se detalla que esos árboles fueron plantados cuando se creó el parque de ese sitio histórico, en 1915 -lo que haría poco probable la anécdota-, en la colección del postales de las ruinas que se conservan en el Museo del Área Fundacional existe una en la que se aprecia el flamante paseo (que incluía un espejo de agua) pero no se observan las araucarias.
Un comentario aparte merece la araucaria ubicada en Sabalza y Brasil. Los propietarios del inmueble decidieron adaptar la pared de su vivienda a la forma del tronco del centenario árbol característico del sur argentino.
Otro árbol «destacado» es un palto que plantó en los años ’70, en el predio de la Terminal de Ómnibus, Bernardo Razquin. Mandarino explica que en ese lugar estaba la casa de la familia, que luego desapareció; a eso le atribuye el interés del meteorólogo por forestar este espacio.
Un empleado de la Dirección de Vías y Medios de Transporte explicó que cada año se llevan los frutos, a los que sólo se alcanza desde las ventanas de la planta alta de la repartición.
El recorrido podría completarse con dos curiosas palmeras «gemelas» que están en una propiedad sobre calle Ayacucho al 300. Un comerciante comentó que allí había una empresa pero cerró hace más de un año y el inmueble está abandonado. Pese a la falta de cuidado, los dos árboles se las han arreglado para conservar el verde.
Publicado en: Diario Los Andes, on line. Fecha: 15 de agosto de 2009. Sección: Departamentales. Por: Sandra Conte.