La historia de Mendoza experimentó un giro trascendental cuando, tras el devastador terremoto de 1861, el ministro Eusebio Blanco y el ingeniero francés Julio Balloffet se unieron en la misión de diseñar una ciudad vanguardista. Este anhelo culminó con la aprobación del plano del municipio citadino en 1863, marcando el nacimiento de la nueva Ciudad de Mendoza, la que hoy conocemos.
Para comprender la magnitud de este cambio, debemos remontarnos a 1561, cuando los españoles llegaron al Valle de Huentata y fundaron la ciudad con un trazado de damero, pero fue el catastrófico sismo de 1861 lo que desencadenó la necesidad de reinventar la urbe.
Don Julio Balloffet, encomendado con la tarea oficial de diseñar la nueva ciudad, la proyectó con una mirada futurista y técnica que dejó una marca indeleble en la historia mendocina.
Este agrimensor francés, adelantado a su tiempo, trazó la ciudad con una cuadrícula de 8 x 8 manzanas, otorgando un lugar de importancia a la plaza central y cuatro plazas equidistantes. Cada elemento de su diseño contribuyó a una traza urbana jerarquizada, desde la irrigación con acequias revestidas de piedra, hasta innovaciones como calles anchas, avenidas transversales y circunvalaciones perimetrales.
Además, no solo marcó un hito en el urbanismo mendocino, sino que también introdujo el Sistema Métrico Decimal, siendo un pionero en América. Su visión no se limitó a las dimensiones físicas, sino que se extendió al desarrollo territorial, realizando la primera triangulación de la provincia desde el cerro «Jejenes», más tarde rebautizado como «Cerro del Pilar» y finalmente como «Cerro de la Gloria» construyendo allí un hito geodésico.
Este genio geométrico no solo dejó huella en el plano de la ciudad. Fue protagonista en importantes proyectos de canalización y contribuyó al catastro local con una precisión geodésica única. Su legado persiste en la infraestructura y en la meticulosa planificación que definió la Mendoza moderna.
Con el paso del tiempo, la ciudad adoptó un perfil dinámico y moderno, marcado por la llegada del ferrocarril en 1885, la inmigración masiva y el auge de la vitivinicultura. Desde principios del siglo XX, la antigua ciudad del siglo XVI y la moderna del XIX se conectaron a través de la avenida San Nicolás, hoy conocida como San Martín.
En las décadas siguientes, arquitectos como Daniel Ramos Correas y los hermanos Civit lideraron el desarrollo de una Mendoza moderna y en constante evolución. Desde su fundación hasta hoy, la ciudad ha crecido continuamente, convirtiéndose en un vasto territorio urbanizado que se expande sobre el oasis norte, dando forma al Gran Mendoza que conocemos en la actualidad.
La huella de Balloffet perdura en cada esquina, en cada manzana, en cada rincón de esta ciudad que fue moldeada por sus trazos visionarios.