El encuentro tuvo lugar en la Casa de San Martín, en el marco de la exposición fotográfica «La generala en el siglo XX».
La Ciudad de Mendoza ofreció una conferencia en el Museo Casa de San Martín en conmemoración a la fecha en la cual, en el año 1817, la Virgen del Carmen de Cuyo fue proclamada como “Patrona sobre las Armas Libertadoras y la bendición de la Bandera del Ejército de los Andes”. En esa ocasión, el General Don José de San Martín le ofreció su bastón de mando.
Esta conferencia es la activación de la muestra fotográfica “La generala en el siglo XX”, en la cual se documenta la historia de la Virgen del Carmen a través del tiempo y su inserción en la vida mendocina. Compartieron este encuentro vecinos y turistas, como así también representantes de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Mendoza, presidida por la Dra. Liliana Llorca, y la Asociación Damas Pro Glorias Mendocinas, por la Dra. Susana Villegas.
En el evento, el presidente de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen de Cuyo, el Dr. Rafael Manzur, destacó la importancia de la figura de la Virgen para la gesta sanmartiniana. Asimismo, se refirió al valor que tiene su figura como patrimonio de todos los mendocinos.
El próximo jueves 25 de enero, a las 19, se realizará una nueva conferencia referida a “La partida del General San Martín hacia el cruce de los Andes”. La misma estará a cargo de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Mendoza.
¿Qué pasó el 5 de enero de 1817?
El acto se llevó a cabo en la Iglesia Matriz de la Ciudad de Mendoza, actual calle Alberdi e Ituzaingó, comenzando antes de las 10 de la mañana. Las tropas patriotas bajaron por la calle de la Cañada, (la cual por su extensión y anchura era el sitio natural por donde el ejército debía transitar desde el campamento -actual calle Ituzaingó-) hasta llegar al convento de San Francisco (actual Ruinas Jesuíticas de San Francisco). Luego de que los jefes del Ejército de los Andes se pararan en la puerta, un grupo de escoltas trajo la imagen de la Virgen del Carmen y la colocó a la cabeza de la columna. Así, se inició la procesión.
La elección de Nuestra Señora del Carmen «se hizo con todas las formalidades graves de su carácter disciplinario», sometiendo el asunto a una junta de oficiales de alta graduación y, luego, haciéndola declarar por tal en la orden del día. Esta orden establecía que «el domingo 5 del corriente se celebrará en la Iglesia Matriz la jura solemne de la Patrona del ejército y bendición de su bandera».
A las 10 de la mañana de ese día, hizo su entrada a la Ciudad de Mendoza el Ejército de los Andes, entre aclamaciones de la multitud exaltada y el repique simultáneo de las campanas de ocho iglesias. El trayecto hasta la Iglesia Matriz había sido ornamentado con arcos de flores y los frentes de las casas adornados con gallardetes y escarapelas.
El General San Martín, el gobernador Toribio Luzuriaga y otras autoridades marcharon hacia el altar que estaba en la Iglesia Matriz. Después del Evangelio, el vicario general castrense, José Lorenzo Güiraldes, dirigió unas palabras a los asistentes, instando a defender la Patria.
Terminada la misa, la procesión volvió a salir con el mismo cortejo hasta un altar que se había preparado sobre un tablado al costado de la iglesia. San Martín puso su bastón en la mano derecha de la imagen y, tomando la bandera, subió con ella a la plataforma levantada en la plaza.
Todos los cuerpos presentaron las armas, los tambores batieron marcha de honor y siguieron con religioso silencio. El General, con la cabeza descubierta, pronunció con vibrante voz: «¡Soldados! ¡Esta es la primera bandera independiente que se bendice en América!». La batió por tres veces y el pueblo y las tropas lanzaron un estruendoso: «¡Viva la Patria!».
Una triple descarga de fusilería a la que siguió una salva de 21 cañonazos, saludó la bandera. San Martín la entregó al abanderado y la imagen de la Virgen fue llevada al convento de San Francisco, de la misma forma solemne como había sido traída.
Terminada esta ceremonia, el ejército retornó a su campo de instrucción con la bandera a la cabeza, acompañado de cientos de espectadores que deseaban presenciar la nueva ceremonia que tenía dispuesta San Martín. Allí, los soldados declararon «Juro por mi honor y por la patria defender con mi espada y con mi sangre la bandera que desde hoy cubre las armas del ejército de los Andes».